*Cuestión de
representación. ¿Puede ser representativo un cine que recurre a una narrativa
que abusa una y otra vez de los estereotipos? En todo caso, por cierto,
representa a la época en que se construyó esa narración. Un ejemplo notorio del
cine de la dictadura es la forma en que visualiza lo que considera grupos u
organizaciones mafiosas. Tanto en “Don Carmelo il capo” (Juan Carlos
Pelliza,1976) –en la que ya el título está sugiriendo el camino de las
alusiones por venir- como en “A los cirujanos se les va la mano” y en “Cosa de
locos”(Enrique Dawi,1981), se responde a un modelo pre-establecido, a una
maqueta que repite hasta en el vestuario –los trajes negros, lisos o rayados;
las poleras o camisas negras- lo establecido tanto por “El Padrino” (Francis
Ford Coppola, 1973) como por las réplicas paródicas de la televisión argentina
(en esa época Jorge Porcel interpretaba un personaje similar en un sketch de su
programa semanal). Todos hablan en un cocoliche que mezcla indiscriminadamente
el italiano con el castellano, todos simulan presencia amenazante y en el centro
de su acción se encuentra la protección del grupo familiar. Difícilmente,
incluso para la época, se vieran mafiosos exponiéndose a la mirada de esa
manera. Sin embargo, la construcción simbólica ayuda: la imagen proyectada de
décadas atrás, de otro país, de un formato de negocios ligado a la violencia
que era ajeno, permitía encubrir las formas reales de violencia que operaban en
el país en esos años, desplazándola a su vez de cualquier ligazón con razones
políticas.
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