Así se secuestraba en las películas de la época de la dictadura.
Secuencia de fotos del secuestro del personaje que interpreta Raffaela Carrá en la película "Bárbara": hombres disfrazados de monjes la secuestran de plena calle y la llevan a una mansión...
Dos libros más de la bibliografía. El de Rodolfo Kuhn sobre Armando Bo no es tan fácil de conseguir -es de la década del 70-, pero es muy interesante por la forma en que alguien que viene de otro tipo de cine reflexiona sobre las películas de Armando Bo con Isabel Sarli. El de Gociol e Invernizzi sí se consigue con cierta facilidad, y hace foco específicamente en la censura que sufrieron las películas argentinas de la época.
El pensamiento conservador
-para no decir llanamente, de derechas- considera a la cultura un gasto y la
utiliza en momentos de crisis como variable de ajuste. Es decir, la cultura
termina siendo solo para quienes pueden pagarla. Pero además, se encuentra
virtualmente congelada en tanto una imagen ya instalada desde el pasado. Los
gobiernos militares desplazaron de su concepción de la cultura a todo aquello
que ofreciera una visión diferente y que abriera perspectivas a nuevas
corrientes de pensamiento. Sin afán de ser determinista, un par de películas
ofrecen ejemplos de la concepción de cultura tolerada por el gobierno
dictatorial. En “Los fierecillos indomables” (Enrique Carreras, 1982) se
observa un examen en una escuela en el que las preguntas sobre cultura giran
únicamente alrededor de la literatura española del Siglo de Oro y de Miguel de
Cervantes. En “La canción de Buenos Aires” (Fernando Siro, 1980), la alusión es
todavía más extraña. Uno de los Juan González del relato parece basar su vida
en la lectura de libros. Lo sugestivo es que el único libro que se muestra es
“Platero y yo”, de Juan Ramón Jimenez, que para la época, era uno de los libros
de lectura obligatoria en las escuelas primarias. Mejor aún, el personaje
establece una distancia insalvable entre la lectura y el entorno: “Leo y
después me topo con la realidad”. Cultura definida como algo ajeno y no
contemporáneo. Lectura como pasatiempo finalmente inútil: no entrega
herramientas para enfrentar la realidad. Como si un buen libro, que despliegue
la imaginación del lector, no fuera capaz de ayudar a comprender la realidad. O
quizás justamente por eso.
"El sexo mostrado en pantalla, con las excepciones
ya mencionadas, tiene un sentido moralizante en la forma en que es ligado a lo
perverso. ¿Cómo entender, si no, que mientras la relación entre Juan y Gracia
en “El infierno tan temido” (Raúl de la Torre, 1980) se muestra carente de movimientos,
desenfocada, concentrada en la espalda inmóvil del hombre, la violación que
sufre Gracia de parte de su ex novio muestra explícitamente la obtención de
placer por parte del hombre y el asco por parte de la mujer?¿Cómo entender
entonces, que en “Juan que reía” (Carlos Galettini, 1976) no haya escenas de
sexo entre la pareja de jóvenes casados hasta el momento en que Juan
literalmente viola a Betty, solo para evitar que lo deje y se vaya de la casa?.
La violación restablece la existencia del sexo como una desviación, como un
acto sucio y despreciable cometido por los hombres: el mundo con sexo no usado
para fines reproductivos se vuelve un universo sucio e insano, lo que genera de
manera indirecta la existencia de personas y tramas completamente asexuadas." El peligro está en los vivos, pag.157
¿Burla despiadada?¿Respuesta en
clave de los militares a la búsqueda de personas desaparecidas?. “Los hombres
piensan solo en eso”(Enrique Cahen Salaberry, 1976), se desarrolla casi por
completo en Venezuela. Los protagonistas, Jorge y Alberto, han desarrollado
estrategias para comer sin pagar en los restaurantes. En uno de esos momentos,
cuando son descubiertos en su intento de imponer la viveza criolla, Alberto
grita:
Recurramos a la Embajada. Habeas
Corpus!
De esa manera se banaliza, se quita
todo valor a un instrumento legal que era justamente el que utilizaban en ese
momento los familiares de desaparecidos para reclamarle al gobierno de facto.
Si no es una llana burla, por lo menos sí es uno de los momentos de mayor
cinismo del cine de la época.
"El peligro está en los vivos" y "La senda tenebrosa", ya se consiguen en La Plata en El Pasillo Libros. Dentro de la Facultad de Bellas Artes, Diagonal 78 N° 680 (e/8 y Plaza Rocha), entrando en la Facultad en el pasillo que sale a la izquierda.
Entrevista a Marcos Martinez y Hernán Lucas, realizadores del film de montaje "Cámara fría": 43 minutos de fragmentos de las películas del cine hecho durante la dictadura.
Publicada en el diario Página/12. Suplemento Radar. 19 de noviembre de 2006.
Agradecimiento especial por el hallazgo a Mario Alomar.
El libro en la vidriera de la Librería Hernández, en el centro de Buenos Aires. Justo sobre el libro de Antonin Artaud, y rodeado, entre otros, de Jonas Mekas y Griselda Gambaro.
Gentileza de Alejandro Schmied.
Es cierto. No resulta posible esperar sutilezas de parte de los militares, y mucho menos en un ámbito, que les resulta tan esquivo como la cultura. Películas con títulos tales como “Las turistas quieren guerra” (Enrique Cahen Salaberry, 1977) u “Operación comando” (Julio Saraceni, 1980) parecerían ser ejemplo suficiente de la manera en que los nombres trasuntan una ideología. Pero hay dos ejemplos todavía más interesantes, dispersos en un par de películas. En “Donde duermen dos, duermen tres” (Enrique Cahen Salaberry,1979), Marta consigue, luego de recibirse, un empleo en una empresa llamada “El orden”. Aunque no se sabe qué hace la empresa, “el orden” incluso contradice su acceso al empleo, en tanto se reafirma que la mujer debe permanecer en la casa, y que, en caso de trabajar, solo sirve para las relaciones públicas por su belleza. En realidad, el premio mayor se lo lleva “Los superagentes biónicos”(Adrián Quiroga, 1977). En un momento de la película, la agente Sirena es secuestrada por la banda de Alexis, el griego. Es llevada a una estancia ubicada cerca de la ruta 2, y una vez allí es encerrada en una celda donde la amenazan con ser torturada. El nombre de la estancia es “El Olimpo”, igual que uno de los campos de concentración utilizado por los militares para mantener ocultos y torturar a los secuestrados.
Los primeros tres minutos de la única película propagandística de la dictadura militar: La fiesta de todos (Sergio Renán, 1979)
En este breve tramo están casi las únicas imágenes de la Junta Militar que se ven en todo el cine de la época: de civiles y en el palco de la cancha de River.
Pero en realidad, hay que prestarle atención al texto que dice el periodista Roberto Maidana, una proclama que parece dirigida contra la supuesta "campaña anti-argentina".
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¿Cuál es el camino
más directo entre el norte y el sur de la Argentina?. Seguramente no es el que
cualquier lector pensaría. El camino más directo para ir de norte a sur y
viceversa pasa por el este. O para decirlo de otra manera, todos los caminos
conducen a Buenos Aires. Tomándose al pie de la letra esa cosa de que el
kilómetro cero de todas las rutas se encuentra en la Plaza de los Dos
Congresos, la película “Margarito Tereré”(Waldo Belloso, 1978) hace pasar por
la Capital Federal a los personajes cuando van de Corrientes a la Patagonia y
luego cuando van desde allí hasta Jujuy. En una película que supuestamente
reivindica los valores de las diferentes provincias, esa muestra de innecesario
centralismo parece ir en sentido contrario de sus propias ideas.
Más elusiva se vislumbra en los personajes
centrales: no obstante, que en el resto del metraje ambos se encuentren
invariablemente vestidos de civil, implica ya no solo el desplazamiento de la
estructura legal a una ilegal –cuyos lazos se perciben débiles- sino también la
idea del uniforme como un disfraz, como una puesta en escena ante el resto de
la sociedad. Aquí el sistema de bandos se clarifica: de un lado, los
parapolicías como representantes del Bien; del otro, el enemigo se personaliza,
es dotado de rasgos que lo definen. (...) aquí hay un jefe, un cerebro de grupo que responde
a las concepciones clásicas del villano: el hombre que intenta secuestrar a un
físico nuclear para usar sus conocimientos para el Mal. Ese Mal tiene nombre y
datos precisos: Hans Steiner, árabe, nacionalizado suizo y que vivió en
Alemania Oriental. Es decir: dos de los centros del terrorismo de los 70 y un país
neutral definen por sí mismos las características negativas del personaje. El peligro está en los vivos, pag.60
Este engendro estaba siendo pasado ayer domingo por la tarde por el canal de cable Volver, con la misma impunidad con que la película fue hecha en su momento.
Número especial de la revista Oficios Terrestres, editada por la Facultad de Periodismo de la UNLP, dedicada al Mundial de 1978, a 30 años de su realización.
Sobre los "jóvenes" y la "influencia perniciosa" de la televisión y la música, según los adultos.
”Entre los teleteatros y esos cantantes se están volviendo sordos y estúpidos”(El tío de Mariana, en referencia a los jóvenes)(Subí que te llevo-Rubén Cavallotti,1980)
La clase media y sus concepciones sobre la vida no
han cambiado tanto desde la década del 70 hasta aquí. Eso es lo que parece
demostrar una película como “La magia de Los Parchís”(Adrián Quiroga, 1982) en
toda su (supuesta) inocencia. En la trama, hay un mago que vive en un teatro
junto con su pequeña nieta, a la que no le permite salir del lugar. Entre otros
argumentos, se incluye una supuesta imposibilidad de enviar a la niña en
cuestión a la escuela porque no cuenta con el dinero para pagarla.
Posiblemente, de tanto estar encerrado, el señor mago no se haya enterado que
la educación pública es gratuita, e incluso lo era en esa época. Evidentemente,
lo que subyace allí es una concepción de que la única educación posible es la
privada -no se sabe por qué motivos, ya que ni siquiera se alegan razones
religiosas, por ejemplo- que implica ya no solamente una negación de la escuela
pública, sino la idea aceptada por las clases medias de igualar la educación
privada con acceso a un mayor nivel de conocimiento. Nada muy diferente de lo
que buena parte de esa misma clase social piensa en la actualidad. Si se
tratara de una película comercial de capitales netamente privados, hasta sería
entendible. Pero que además cuente con apoyo del Instituto Nacional de
Cinematografía, suena bastante contradictorio, si no se lo quiere tildar de
perverso.
Los tres primeros minutos de "Los chiflados dan el golpe" (que no son los peores)
O un primer acercamiento a la imagen que el cine mostraba de la Armada en 1975.
Una película hecha en el mismo momento en que el Ejército desarrollaba el Operativo Independencia en Tucumán, preparatorio de lo que vendría a partir de marzo de 1976.
Se ha mencionado con insistencia que “La parte del
león” (Adolfo Aristarain, 1978) es un policial sin policías, lo cual es
evidentemente cierto. A pesar de ello, en la escena de la huída de los ladrones
por los techos, la banda sonora es altamente sugestiva. Primero se escucha el
sonido de las sirenas de los patrulleros acercándose, rondando el lugar; luego
se escuchan disparos –más tarde se sabrá que la policía mató a uno de los
ladrones que no pudo huir-: lo interesante es que aún en esa ambigüedad, en la
construcción fuera de campo visual, es la única película del período en que la
policía institucionalizada efectúa disparos con sus armas. El peligro está en los vivos, pag.53
A diferencia de lo
que suele creerse, el deporte preferido por las dictaduras argentinas no era el
fútbol, sino la proscripción del peronismo. Si la sola mención del líder o de cualquier elemento ligado al
movimiento o a cualquiera de sus símbolos equivalían a un delito, tanto en la
autoproclamada Revolución Libertadora como en la dictadura iniciada por Juan
Carlos Onganía, durante el Proceso de Reorganización Nacional sucedió algo
similar. Aunque por cierto, con otros niveles de represión. Incluso a pesar de
que Juan Domingo Perón, líder del movimiento, había muerto casi dos años antes
del golpe de 1976, los militares avanzaron sobre ello, quizás con el temor
bastante infundado de que pudiera ser resucitado -¿podría especularse que la
salida de José López Rega del país pudo haber tenido relación con eso, teniendo
en cuenta su afición al espiritismo?-. Sin embargo, algo se les escapó, y
quizás en la película menos pensada. En “Las locas”(Enrique Carreras,1977), una
de las internadas, interpretada por Olinda Bozán canta en un momento:
Delon, Delon
qué lindo sos
Obviamente, con la
música de la marcha peronista. Quizás hayan pensado que bastaba con entender que
quien usaba la marchita era una loca internada en un siquiátrico. Quizás, y
esto es lo más perturbador, hayan creído que los espectadores no se darían
cuenta. Quién sabe, quizás para muchos haya pasado desapercibida.
martes, 14 de abril de 2015
Una base de datos más que interesante, respecto del cine que se hizo durante la dictadura. Y también sobre el cine posterior cuya temática gira alrededor de los hechos ocurridos entre 1976 y 1983.
Reportaje que me realizara Fernando Delaiti para el diario Extra en su edición del 24 de marzo de 2015.
El diario Extra se distribuye con los diarios Ecos Diarios (Necochea), El Debate (Zárate), El Norte (San Nicolás), El Popular (Olavarría), El Tiempo (Azul), La Mañana (Bolivar), La Mañana (25 de Mayo), La Opinión (Trenque Lauquen), La Razón (Chivilcoy), La Voz (Bragado), La Voz del Pueblo (Tres Arroyos), Noticias (Pehuajó), Nueva Era (Tandil), Tiempo (9 de Julio), Tiempo (Los Toldos) y Tiempo Sur (Santa Cruz).
Una, revelando la imposibilidad de nombrar al peronismo en cualquiera de todas sus formas.
La otra, realzando el lugar que el policía ("el vigilante") ocupaba en el imaginario social de la época.
+”¿Quién habrá sido el cretino que
inventó la jubilación?”(La madre de Marta)(Donde duermen dos, duermen tres-Enrique
Cahen Salaberry,1979). La respuesta a la pregunta, en nuestro país, es quien la
puso en marcha: Juan Domingo Perón.
+”Me consigo una amiga o me quedo
hablando con el vigilante, pero hasta las 4 no vuelvo”(Juan, cuando su amigo le
pide que esa noche vuelva tarde a su casa) (Donde duermen dos, duermen tres-Enrique
Cahen Salaberry,1979)
"Lo notable de la película es que consigue, en el ámbito de un grupo familiar, plantear una serie de elementos presentes en la sociedad y que harían eclosión después del golpe de estado: asesinatos, ocultamiento de cuerpos –inclusive, el gesto de arrojar un cuerpo muerto al río, como el de la comadreja que cayó en la trampa–, desapariciones, identidades fraguadas, una frialdad particular ante la muerte vista como naturalizada, y una percepción de una sociedad fragmentada por la búsqueda del dominio y el poder. No por nada, Norberto naturaliza todo: “La vida, la muerte, todo depende de quién maneja los elementos”."
El peligro está en los vivos
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