miércoles, 29 de abril de 2015

BONUS TRACK VI (Cajón de sastre)



El pensamiento conservador -para no decir llanamente, de derechas- considera a la cultura un gasto y la utiliza en momentos de crisis como variable de ajuste. Es decir, la cultura termina siendo solo para quienes pueden pagarla. Pero además, se encuentra virtualmente congelada en tanto una imagen ya instalada desde el pasado. Los gobiernos militares desplazaron de su concepción de la cultura a todo aquello que ofreciera una visión diferente y que abriera perspectivas a nuevas corrientes de pensamiento. Sin afán de ser determinista, un par de películas ofrecen ejemplos de la concepción de cultura tolerada por el gobierno dictatorial. En “Los fierecillos indomables” (Enrique Carreras, 1982) se observa un examen en una escuela en el que las preguntas sobre cultura giran únicamente alrededor de la literatura española del Siglo de Oro y de Miguel de Cervantes. En “La canción de Buenos Aires” (Fernando Siro, 1980), la alusión es todavía más extraña. Uno de los Juan González del relato parece basar su vida en la lectura de libros. Lo sugestivo es que el único libro que se muestra es “Platero y yo”, de Juan Ramón Jimenez, que para la época, era uno de los libros de lectura obligatoria en las escuelas primarias. Mejor aún, el personaje establece una distancia insalvable entre la lectura y el entorno: “Leo y después me topo con la realidad”. Cultura definida como algo ajeno y no contemporáneo. Lectura como pasatiempo finalmente inútil: no entrega herramientas para enfrentar la realidad. Como si un buen libro, que despliegue la imaginación del lector, no fuera capaz de ayudar a comprender la realidad. O quizás justamente por eso.

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